lunes, 2 de marzo de 2015

Crónica de un primer día

Todo estaba listo y fue un éxito. Hubo desayuno de campeones para el Tiburón, avena, yogurt y huevo duro, pero él casi ni lo tocó porque prefirió 5 minutitos más de sueño como todo pequeño. (En la lonchera lleva pan con jamón y queso, jugo de maracuyá y una granadilla) Lo vestí dormido. Lo cargué para despertarlo. Se tomó el yogurt, fue al baño y pidió pichi y caca, solo hizo pichi, le volví a subir su calzoncillo de entrenamiento. Bajamos muy contentos, sé tomó su foto oficial de primer día con su uniforme, su mochila, su lonchera y su cara de sueño. Nos subimos a la bicicleta, avanzamos cantando la canción de “los bravos corsarios, los más valientes del vecindario” (la hemos inventado nosotros, ok, yo, él aun no inventa nada, pero la canta conmigo) Llegamos a la puerta, muchas madres, muchos niños. Lo recibieron sus misses, les dio la mano y se fue con ellas y otros dos enanos rojiazules perdiéndose en el pasillo, casi ni volteo a mirarme. Yo lo vi desaparecer, sentí subir intruso el nudo en la garganta que venía con su llanto absurdo, pasé saliva y regresé aquella lágrima trapecista a los adentros de mi ojo. Sí él no llora yo tampoco. Voltee hacia el tumulto de madres, estaban comprando los buzos, intenté pedir uno y el desorden era tal que no se pudo. Lo dejé para mañana. Me fui a buscar a mi hermana para darle el carnet de recojo. Hoy y toda esta semana salen a las 12:00 y yo recién a la 1:30. Ya estoy en la oficina con el corazón contento. Nuestra meta desde hoy que ya no tenemos el día partido es ordenarnos, consumir lo menos posible y producir lo más que se pueda. #SomosMuyFelicesSiempre. 


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