lunes, 25 de octubre de 2010

Crónica de una enfermedad inexistente

(el escrito original de lo que está resumido en mis Datos personales)

Me gusta volar cuando me despierto, pero solo resulta si vuelvo a mi sueño. Duermo hasta las tres de la tarde. Me llevan el desayuno y el almuerzo a la cama, y también un pequeño cóctel de pastillas que se repite en la noche; una azul, una verde y una roja. Si cambiáramos la azul por una amarilla sería un tratamiento psiquiátrico Rasta.


Odio el sonido de la podadora, y el olor a gras recién cortado me da nauseas y dolor de cabeza, pero amo la hierba, las rosas, y un jardín bien cuidado con entradas y salidas secretas. Soy del mar, vivo por él, lo amo, lo añoro, lo extraño, lo sueño y lo deseo. Su turbulencia es la mía.


Odio la tele, pero la veo todo el día. Dicen que pensar me hace daño y no pueden pagarme un mejor psicólogo. Amo los caballos pero no tengo uno, tampoco se tocar el piano, ni el saxofón, mucho menos la batería, y no canto nada bien, pero serían un excelente desahogo.


Me gusta dibujar, pero mis trazos son inseguros como mis manos. En compensación tomo fotos que no siempre se entienden, como mis poemas, como mis dibujos, como yo. También me fotografió desnuda para evitar radiografías poéticas, pues ya tengo muchas, y para reconocerme a mi misma y a Ella, cuando el espejo decide amanecer mentiroso.


Me depilo con una pinza porque los pelos, como las obsesiones y los recuerdos, nunca se acaban ni desaparecen, así que siempre tengo algo que hacer: borro de vello en vello mi pasado; no uso zapatos, y bebo mucha agua para compensar la deshidratación producida por los años de lágrimas.


Sobre cortarme el cabello a manera de purga, ni pensarlo, en èl puede acumularse todo el karma que quiera y seguir creciendo desde la tumba como el de Sierva María de todos los Ángeles en “De el amor y otros demonios”. Para la purga y la expiación hay otros métodos, como èste por ejemplo, escribir ayuda cuando estoy triste y aburrida.

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