viernes, 29 de octubre de 2010

La Combi, el peine y las monedas

Cuando estaba en el colegio, mi papá me llevaba y me recogía de todas partes. A penas si salía de mi casa si no era para jugar por ahí, y ni siquiera iba a fiestas porque no me daban permiso. Ósea que literalmente, era lo que llaman una palomilla de libro y ventana.
Al entrar a la universidad, pese a sus angustias, mis padres se vieron obligados a dejarme usar el transporte público. Lo que leerán es producto de mis primeros encuentros con la realidad.



Se levanta muy temprano. No va al colegio, sale a trabajar. Sube a los micros. Señores pasajeros. Pide disculpas por no tener nada que ofrecer. No tiene más de 13 años.

Con su ropa raída y la mirada triste, termina su discurso y ofrece su canción. Solo una monedita señor.


Con su quena desgastada y aquel otro extraño objeto, hace malabares para soplar y raspar con el plástico de dientes largos y separados que supo hacer instrumento; el mismo que yo use para peinarme antes de salir a estudiar.

Yo voy pensando en mi cosas: calc
ulo el pasaje, las copias, el almuerzo…¿tendrá el donde almorzar?

Toca y toca, atento a quien meta la mano al bolsillo. ¿Sencillo? ¿sencillo? Aquí tengo veinte céntimos. Para mi es un cigarro menos, para él con seguridad es un pan.

¿Cómo puedo hacer un cuento si solo tengo mi perspectiva? Creo que solo puedo comparar...Él regresara tan tarde como yo. Yo de estudiar, él de trabajar. A mi me espera la comida caliente, a él talvez una paliza por no llevar suficiente dinero.
¿Qué pensara él de mi? De aquella chica extraña de gorrito y lentes que escribe mientras lo escucha y a ratos lo mira fijamente. No sabe que escribo sobre él. Quisiera preguntarle su nombre, pero talvez no me conteste. Talvez se sienta incomodo. Mejor solo la moneda.

Ahora pasa de sitio en sitio ¿Qué sentirá cuándo ni siquiera lo miran? ¿Sentirá vergüenza? ¿Sentirá odio o rencor? Talvez se pregunte todos los días por qué no es él el que está ahí sentado con la mochila llena de libros, muerto de sueño extrañando su cama. ¿tendrá cama? Digiriendo el desayuno. ¿habrá desayunado? Yo no desayune porque no quise. Estaba apurada, me demoré
mucho peinándome y puedo comer algo mas tarde.

¿Qué pasaría si cambiáramos de lugar? Yo apreciaría más lo que tengo y él tendría más conciencia de lo que le falta.

¿Por qué las cosas son tan desiguales? Quiero hacer algo y no estoy segura de que sentirme mal por no darle más dinero sea la solución...pero tampoco lo es la indiferencia. ¿Quién debe hacer algo? ¿Sus padres? ¿los tendrá? ¿El gobierno? ¿Dios? ¿existe? ¿Es ese Dios en el que me han hecho creer el que lo ayuda a llegar vivo a su casa? ¿o sobrevive simple y llanamente porque tiene “calle“?

¡Ya bajó! ¿A cuantos micros más tendrá que subir hoy día? Yo subiré a tres más y pensaré en lo mismo cada vez que suba un niño tr
iste a tocar su melodía: ¿Quién le enseño a tocar? ¿Por qué todos dicen lo mismo?...Puedo elaborar mil teorías pero al fin y al cabo ¿cómo saberlo?.

Él ya debe haber hecho tres o cuatro pequeños viajes y yo solo sigo aquí sentada; mirando por la ventana, escribiendo y pensando en que voy a llegar tarde.


Lunes 18 de abril 2005





1 comentario:

  1. Yo acabo de conocer a Paul...ese que te anda diciendo cosas ;) Gracias por visitar

    ResponderEliminar