lunes, 1 de noviembre de 2010
Conatos de libertad
viernes, 29 de octubre de 2010
La Combi, el peine y las monedas
Al entrar a la universidad, pese a sus angustias, mis padres se vieron obligados a dejarme usar el transporte público. Lo que leerán es producto de mis primeros encuentros con la realidad.
Con su ropa raída y la mirada triste, termina su discurso y ofrece su canción. Solo una monedita señor.
Con su quena desgastada y aquel otro extraño objeto, hace malabares para soplar y raspar con el plástico de dientes largos y separados que supo hacer instrumento; el mismo que yo use para peinarme antes de salir a estudiar.
Yo voy pensando en mi cosas: calculo el pasaje, las copias, el almuerzo…¿tendrá el donde almorzar?
¿Cómo puedo hacer un cuento si solo tengo mi perspectiva? Creo que solo puedo comparar...Él regresara tan tarde como yo. Yo de estudiar, él de trabajar. A mi me espera la comida caliente, a él talvez una paliza por no llevar suficiente dinero.
Ahora pasa de sitio en sitio ¿Qué sentirá cuándo ni siquiera lo miran? ¿Sentirá vergüenza? ¿Sentirá odio o rencor? Talvez se pregunte todos los días por qué no es él el que está ahí sentado con la mochila llena de libros, muerto de sueño extrañando su cama. ¿tendrá cama? Digiriendo el desayuno. ¿habrá desayunado? Yo no desayune porque no quise. Estaba apurada, me demoré
¿Por qué las cosas son tan desiguales? Quiero hacer algo y no estoy segura de que sentirme mal por no darle más dinero sea la solución...pero tampoco lo es la indiferencia. ¿Quién debe hacer algo? ¿Sus padres? ¿los tendrá? ¿El gobierno? ¿Dios? ¿existe? ¿Es ese Dios en el que me han hecho creer el que lo ayuda a llegar vivo a su casa? ¿o sobrevive simple y llanamente porque tiene “calle“?
¡Ya bajó! ¿A cuantos micros más tendrá que subir hoy día? Yo subiré a tres más y pensaré en lo mismo cada vez que suba un niño triste a tocar su melodía: ¿Quién le enseño a tocar? ¿Por qué todos dicen lo mismo?...Puedo elaborar mil teorías pero al fin y al cabo ¿cómo saberlo?.
Él ya debe haber hecho tres o cuatro pequeños viajes y yo solo sigo aquí sentada; mirando por la ventana, escribiendo y pensando en que voy a llegar tarde.
lunes, 25 de octubre de 2010
Crónica de una enfermedad inexistente
Odio el sonido de la podadora, y el olor a gras recién cortado me da nauseas y dolor de cabeza, pero amo la hierba, las rosas, y un jardín bien cuidado con entradas y salidas secretas. Soy del mar, vivo por él, lo amo, lo añoro, lo extraño, lo sueño y lo deseo. Su turbulencia es la mía.
Odio la tele, pero la veo todo el día. Dicen que pensar me hace daño y no pueden pagarme un mejor psicólogo. Amo los caballos pero no tengo uno, tampoco se tocar el piano, ni el saxofón, mucho menos la batería, y no canto nada bien, pero serían un excelente desahogo.
Me gusta dibujar, pero mis trazos son inseguros como mis manos. En compensación tomo fotos que no siempre se entienden, como mis poemas, como mis dibujos, como yo. También me fotografió desnuda para evitar radiografías poéticas, pues ya tengo muchas, y para reconocerme a mi misma y a Ella, cuando el espejo decide amanecer mentiroso.
Me depilo con una pinza porque los pelos, como las obsesiones y los recuerdos, nunca se acaban ni desaparecen, así que siempre tengo algo que hacer: borro de vello en vello mi pasado; no uso zapatos, y bebo mucha agua para compensar la deshidratación producida por los años de lágrimas.
Sobre cortarme el cabello a manera de purga, ni pensarlo, en èl puede acumularse todo el karma que quiera y seguir creciendo desde la tumba como el de Sierva María de todos los Ángeles en “De el amor y otros demonios”. Para la purga y la expiación hay otros métodos, como èste por ejemplo, escribir ayuda cuando estoy triste y aburrida.
Rescates
Dos poemas más que se condenaban al olvido
Pequeñas Muertes
(Rescatado de una Nota de Facebook del 15 de Diciembre del 2009)
Me regalaron un mundo sin promesa de tiempo
miércoles, 6 de octubre de 2010
O acaso solo soy yo...
La cuestión es que así me siento, amargada, deprimida, sin ganas de hacer nada más de lo que debo. Ansiosa y confusa, tranquila sin ti e inquieta por no saber si estás bien, si volverás, si será hora ya de abandonar la historia.
No quiero estar cerca de nadie, pero me siento sola así que leo. Desde que te fuiste he leído tanto como ha sido posible, y e soñado innumerables veces con deslizarme en la piel de un personaje y quedarme ahí adentro para siempre; dando vueltas en la certidumbre del comienzo y el fin de una novela que se abre y se cierra.
Pero la gente aun viene a mí, y no sé como atenderla, no manejo a mi familia, no manejo a mis amigos y no lo deseo tampoco. No quiero escuchar sus problemas, no quiero escuchar que me necesitan, ni que me requieren fuerte. Quiero tener derecho a ser débil, quiero tener derecho a necesitar que me quieran, a gritar ayuda; a decir que quiero a alguien que me cuide solamente a mí sin considerarlo yo misma irracional y pueril. Pero no sé como hacerlo, nunca he sabido. Siempre he jugado al sacrificio, a yo poder sola, a pretender saber lo que sentirían los demás si les falta lo que a mí, y proporcionárselos para evitarles el dolor que yo he sentido
Llevo años jugando mis días en fight mode y resintiendo los daños a largo plazo. Sabiendo que finalmente me quedare sola y preparándome para ello.
¿Y de que me sirve? Solo soy un ente renegón que luce poco atractivo. Si te acercas recibirías alguna cruda verdad de mi parte, sin miramientos, sin cálculos hipócritas, y sin que yo me de cuenta de que no lo deseas.Solo comienzo a hablar...
Y quién necesita que le estés diciendo que el mundo se va acabar, que dios es un invento de los hombres para manipular más hombres, que las mujeres se hacen las sonsas para conseguir dinero sin esforzarse, que los hombres solo quieren sexo y pagan por él, que la cultura de consumo no llena tu vida y bla bla bla bla…En fin, todo lo que nadie quiere escuchar y que hace que me acusen de loca pesimista.
¿Y qué cosa creen? Que a mi no me molesta, que a mi no me gustaría ser un poco más normal; que no me agradaría que me encante la ropa, el dinero y las cosas lindas y lujosas que puedo conseguir coqueteando un poco, que no me gustaría estar 100% preocupada por mi apariencia física y mi popularidad con los chicos y las chicas que quieren parecerse a mi…
No, no me gustaría, eso es lo peor de todo, que ni siquiera logro desprenderme del desprecio que siento por todo eso que me parece estúpido. Y que todo me parezca estúpido me hace una amargada ante los ojos de la gente y un maldito bicho raro, algo que asusta...
¿O acaso solo soy yo
la que se asusta
de si misma?