martes, 27 de abril de 2010

para terminar más tarde

“¡Ajj!” Está ha sido la frase del día. ¡AJJJJJJJ!...Bueno, al menos desde que llegué al trabajo. La de unas horas antes era “aiissshhh ¿DÓNDE MIERDA ESTÁ TODO EN ESTE MALDITO LUGAR?” y fue seguida por un ¡PUTA! ¡Ya la cague! ¿Cómo carajo logré que se mi hiciera tan tarde?...Y pensar que las primeras horas de la mañana prometían un día simpático…NAAA! más o menos…

Amanecí resfriada mal…Cada dos días me sorprende un nuevo resfriado. Lo noté porque además de tener el cuerpo adolorido como si hubiera tirado buenazo (cosa que hace tiempo no hago =S ) de mi nariz salían los restos de un marciano desintegrado por mi astucia nasal.



Aun así me fui a correr.

—Para sudar el virus, pensé— Me llevo mi inhalador y ya está...

Pero las cosas en mi vida jamás funcionan tan rápido como “ya está”. Soy la dueña del tiempo y la paciencia, y lo ultimo que hago es apurarme a mi misma, al menos no hasta que realmente le debo horas al día y comienzo a hacer todo como una locomotora. Claro, si es que mi cerebro no se aturde y se planta esperando que venga alguien y le eche carbón.

Mi mejor amiga tenía que ponerse a estudiar. Se está preparando para postular a la universidad, y como es «liinda»… ha conseguido tener a su disposición a
nuestro roommate (un chico muy noble) y a un amigo suyo como profesores particulares. Esto en realidad, como a cualquiera, le da mucha flojera. Es que obviamente es un poco de presión gratuita, y así sea gratis, a nadie le gusta que lo presionen…y menos para estudiar.

El roomaate, que para efectos de este relato va a pasar a llamarse Hermano oso …

(Si en algún momento lees esto ¡LO SIENTO! A mi me encanta creer que eres un oso escapado del bosque, y que llegaste a hacerte tu cabaña en medio del cemento por culpa de la deforestación)

...pasó por nuestro cuarto a las nueve menos cuarto y amenazó con echarle cubos de hielo si no se levantaba para su clase. Por supuesto YO salí de la cama. El hecho de que la compartamos no implica que esté dispuesta a ganarme con los métodos de tortura que quieren usar para motivarla. Si van a tirar hielo, que se lo tiren a ella sola. ¡Ni huevona!

Pero mi pequeña princesa amaneció engreída, y aunque logré sacarla de sus sabanas poniendo mala música a todo volumen, (gracias Fany Lu, gracias Ritmosón) trató de convencerme de que no me vaya a correr para que me siente a mirar como tomaba su clase...Yo me ataqué de risa mientras trataba de persuadirme de que seguro estaba muy cansada, de que estaba resfriada, de que merecía dormir un poco más… y una larga lista de etcéteras que no iban a lograr distraerme. No hay poder humano que me haga sacrificar el único espacio realmente personal y mágico que tengo para entrar en conexión con el mundo y escuchar lo que tiene para decirme, por una clase de matemática para lo cual soy extremadamente bruta.

La dejé sentada, atendida por sus dos profesores. Me puse la gorra que corona desde hace un par de días, mi disfraz de “soy super warrior, si te me acercas te saco la mierda”. Me acomodé los audífonos (primer paso para desconectarme de todo lo que no sea yo, mi cerebro y los paisajes) y salí en trance.



Debo caminar muy chistoso, metida en mi propio y feliz cuento; o algo de mi debe lucir divertido, porque no puedo evitar que parte del paisaje sean las sonrisas de varias personas de distintas edades. Hasta ahora no estoy nada segura de qué es lo que las causa exactamente, pero usualmente las devuelvo, después de todo creo que yo también me reiría si me veo por la calle.



Llevo un short blanco muy pequeño, medias de talón, zapatillas no tan adecuadas que ya comienzan a romperse, un polo celeste con un dibujo chistoso y una pequeña capucha que nunca me coloco, guantes de bicicleta para evitar los callitos que ya me estaban saliendo en las manos, y un chaco que mientras camino hasta mi punto de partida me da la vuelta al cuello. Por dentro llevo una truza que pasa por inexistente y donde no puedo guardar nada, pero el short de verdad es pequeño y se ve malazo si se nota el calzonzote. En general me rasca el piojo lo que opinen los que me ven por la calle, por mi salgo calata o tapada con una bolsa, pero a la niña que vive en mi espejo no le gusta, y esa sí que manda. El brasier es otra cosa, es una caja de Pandora. Uso uno normal de copa como primera capa, y encima uno como top. Ahí adentro van mi Ipod (oseaaaa), mi inhalador, mi cajita de pavas, mi pipa y una cajetilla de cigarros con mi encendedor, mi llave y un cigarro dentro. Sí, solo un cigarro, y nunca me lo fumo, ese es el reto. Lo saco a pasear y luego lo disfruto cuando llegó y me aviento a mi cama 5 minutos. El inhalador tampoco lo uso nunca, pero me siento segura llevándolo. No me valla a entrar el ataque por la Herradura y ya quiero ver quién me devuelve el aire. Lo que si uso es el encendedor, la llave y la cajita de pavas. Todo tiene su momento.



Exactamente en el arco que sirve de intersticio entre Barranco y Chorrillos, cambio la canción pastel de Alicia Keys que escucho mientras paso por la puerta de mi ex NOnovio rogando que no se le ocurra salir mientras yo traigo cara de babosa pensando en él, y pongo los tracks de electrónica para comenzar a estirarme. Al fin descubrí para que sirve esa música infernal.





Camino haciendo maromas por todo el perímetro de la villa militar, y al llegar al primer malecón de chorrillos; pasando el puente que uso como improvisado caballete de ballet frustrado para terminar de estirarme, me encuentro con las gárgolas. Aquellos personajes nocturnos que obnubilados por el alcohol y las variadas sustancias que consumieron durante la noche, no notan que ha salido el sol y los ha ido endureciendo.



Está mañana en especial, la situación fue muy cómica y fue mi culpa para variar. Quién me manda a sentarme a fumar ahí cuando ya los había visto entre los matorrales. A veces no sé si soy muy confiada, muy poco prejuiciosa, muy poco responsable, o muy tarada. Fácil un poco de todas.
Me había sentado en una banca al frente de la pequeña glorieta que usualmente les presta cobijo a estos seres, y estaba sacándome los guantes para poder poner la hierba dentro de la pipa…



…cuando de pronto apareció a mi costado alguien a quien difícilmente podía reconocerse como humano. Más bien parecía un primo cercano de Gollum o un mutante de los de Los Thundercats. Mi cuerpo se movió instintivamente hacia la derecha. Nos miramos a los ojos y él tomo la palabra:

—No te asuste. No te voy a hacer daño.
—No, no. No me asusto—le conteste—. ¿Qué pasa papi? Si yo siempre la hago acá con la gente. Me he arrimado para que te sientes ¿quieres echarle?
—Te pareces a Beatriz—mascullo sin poder abrir bien los ojos
—Ummm…Préstame, préstame. Yo lo prendo —le dije mientras comprendía que en los próximos minutos atendería a un monologo poco coherente—.
—Beatriz—decía— y levantaba la mano como inaugurando un discurso político, para luego dejarse caer—. Cuando Beatriz se fue....Beatriz no fumaba
—Fácil por eso se fue —le conteste arqueando una ceja mientras fumaba.

En medio de la “conversación” apareció una mujer que acompañaba a un viejo horroroso, acechando desde la glorieta. Nos miró con un gesto agresivo y le arranchó el trago a mi compañero. Yo le sonreí. Acto seguido se acerco aquel tercero y balbuceo

—Que llegue para todos pues huevón, no seas muy ganador.
—¡No te le acerques! —Contestó mi amigo mutante, asumiendo con el cuerpo una posición que recordaba de inmediato a un primate—. A Beatriz no le hagas nada. ¡Vete! ¡Vete! ¡No te acerques conchetumadre!

Aparentemente, había dejado de ser alguien que se parecía a la tal Beatriz para pasar
a ser ella en su cerebro

—¡Calla basura de mierda! Después todavía vas a pedir trago seguro. ¡Largate!
—¡Métete tu trago al culo! Me voy a quedar con Beatriz.

Yo no me moví jamás. No estaba asustada (ok, fácil un poco) pero trataba de entender el por qué de sus diferencias.



¿Qué hacía que mi compañero, a pesar de que su estado era igual de deplorable, fuera mas humano que ellos?

Decidí pararme. Ya el juego no parecía tan amable. Me despedí de mi amigo con un beso que confieso me dio algo de fuchi y comencé a caminar haciéndole adiós a todos. La vieja me grito:

—¿A dónde vas? Fuma acá. Allá no puedes. No tengas miedo. ¿Qué más tienes ahí?
—Me estoy yendo a correr…y ya no hay más —Les enseñe la pipa vacía—.
—¡MENTIROSA! —salto la vieja, bajándose de su muro—.
—¡CALLA BRUJA MALDITA! ¡DEJA A BEATRIZ EN PAZ! —grito mi nuevo amigo—.



Al tiempo que saltaba delante de mi para defenderme en una muy animal y notoria posición de ataque, y yo aprovechaba para largarme de una vez por todas.

Después de este pequeño tramo que siempre viene con alguna aventura como ésta, viene el momento decisivo. Correr o no correr. Dilema al cual me enfrento no por falta de ganas sino por falta de consideración. Es imposible cruzar esa maldita bajada al circuito de playas.



Luego de putear y maldecir a una innumerable cantidad de carros. logro pasar. Hago una última y narcisa sesión de estiramientos frente a una caseta de serenazgo en donde me veo reflejada. Volteó la gorra sobre mi cabeza para hacer correcto uso de la visera, y comienzo a correr, volar, soñar…



Siento que floto sobre cada uno de mis pasos, concentrada a veces en mi sombra y sus movimientos acompasados por el ritmo de la música, o distraída en sucesos aun no vividos que se funden con el mar a mi derecha y el cielo en mi cabeza.

Antes de salir, cambio la electrónica por Orishas


(Usualmente es esta la primera canción)

En esos ritmos corro por todo el malecón de chorrillos, paso por El Regatas « ¡hay querida! ¡La gente bien, se ejercita en privado!» …

Y doy la vuelta hacia aquel lado de la ciudad que nadie ve.



De hecho no soy la única persona que pasa por ahí, pero igual es como mi lugar secreto y el acantilado me habla. Me ha dicho incluso hasta donde puedo llegar. Por eso solo corro hasta el cartel que te envía hacia el desvió a Chorrillos (donde hay un puente sin murciélagos) o hacia el mismo balneario de la herradura. Pero yo no llego hasta ahí. Me quedo a esa altura donde el Salto del Fraile aun me custodia.



El resto del camino me da miedo. E insisto en que el acantilado me habla. Y me ha dicho que ese es un pueblo fantasma. Que nunca entre sola. Yo le hago caso. Ni bien llego al cartel doy la vuelta y comienzo a jugar con el chaco. La verdad no tengo idea de cómo lo debo mover, pero lo uso para agilizar mis reflejos y marcarme movimientos. A veces me doy cuenta que en verdad estoy bailando o algo parecido. Como es subida y hago el doble de esfuerzo, me canso y aprovecho, ya más por rutina que por real lasitud, para sentarme exatamente enfrente de donde salto el fraile loco.



Ahí fumo un poco más de marihuana, a veces, o solo me quedo pegada, eso pasa siempre. Me pierdo por varios minutos en toda esa inmensidad, y entiendo cada vez más a las aves. Las envidio también.



En algún momento de esto despierto, usualmente es gracias a algún improperio de camionero que atrofia mi paz. Entonces, prorrumpo mi frase favorita:

— ¡CALLA CONCHETUMADRE! —y vuelvo a salir corriendo con el chaco por delante.

De regreso en El Regatas, vuelvo a lo del ballet frustrado y me estiro por 5 minutos otra vez. Luego viene la verdadera demostración de destreza. Debo mantener mis reflejos activos para pasar el chaco en movimiento por entre los postes en bajada, sin darme con el en los codos y rodillas. No me sale nada mal, fácil no es nada del otro mundo.
En medio de ese juego y anestesiada por la música, atravieso lo que queda de camino hasta llegar a la orilla de Agua Dulce. Ahí termino de correr y jugar con mis palitos encadenados, me quito las zapatillas y regreso mojando mis pies hasta la altura de las paralelas donde acabo mi rutina con abdominales y piruetas de mono….



(………………………………………………………)


No tengo idea de que pretendía escribir después. Seguro iba a contar como había pasado de la mística paz existencial al bodrio del aj laboral.
En fin, ahora solo recuerdo que no lo terminé de escribir por que alguien me atrapó escribiéndolo en la oficina, osea “hueviando”. Así que para evitarme líos hice clic en Guardar cómo, lo titule “para terminar más tarde” y lo enterré en una carpeta. Es decir, lo procrastiné. Suelo hacerlo con muchas cosas.



Ahora, un mes y alguito más después, puedo decir que mi vida no ha cambiado mucho. O bueno, sí, pero no. Dentro de todo he conseguido una rutina. El problema es que ésta fluctúa entre lo sórdido y lo bizarro, dándome por lo menos una vez a la semana, un vuelco de 180º que me obliga a defender mi estabilidad con jirones de equilibrio sobre una sinuosa cuerda floja.
Igual después de una relectura puedo apuntar uno que otro cambio y una que otra cosa estable…

Veamos:
1. Eso de “hace tiempo que no tiro”, ya fue (sino lean toda la “saga” de Reencuentros cercanos del tercer tipo)

2. Mi mejor amiga sigue siendo una engreída, sigue sacándome de la cama, reclamando atención que no se por qué cree que merece y justificando su poco productiva existencia con el hecho de que es “linda” ….Conclusión…¡YA ME ABURRIÓ!

3. Sigo disfrazándome de “super warrior” y seguiré haciéndolo mientras los hombres de este país no aprendan a respetarnos, o por lo menos comprendan que ¡NO! no tienen derecho a mirarnos cuando pasamos como si nos estuvieran violando mentalmente, ni a silbarnos, “elogiarnos” y para concha molestarse y reclamar con un altanero: “¿Qué? ¿No te puedo mirar ahora? ¿Rica te crees?” Cuando una manifiesta desagrado ante su muestra de aprecio.

4. Sigo sin ser la única que pasa por mi “lugar secreto”, cada vez veo más gente, pero aun lo considero mió. Y aunque las olas contra el acantilado, que ahora son capaces de arrebatarme del mundo si quieren, me siguen hablando y advirtiendo algunas cosas, hace poco me invitaron a franquear la zona del pueblo fantasma y llegar hasta el “Point”



Ahí llamó mi atención un local extraño que yo creía una fabrica pequeña, pero lo que hay son unas piscinas con delfines en cautiverio. También encontré un sitio perfecto para meditar y hasta pude conversar con pescadores y cangrejeros que me explicaron el oficio y me advirtieron hasta donde puedo llegar sola por ese camino desolado.

Lo demás que he ido encontrando y todo el novelón que sin querer voy armando…pues naaa….ya será motivo de otro post porque ahorita me gritan otra vez por querer hacer “literatura” en horario de oficina.













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