miércoles, 5 de enero de 2011

Ella

Llevaba las narices siempre metida en un libro y cuando no era así, miraba al cielo.

Atrás quedaban los días de la tristeza tangible en su mirada vidriosa orientada al suelo. Ahora simplemente estaba ausente, pero ya no de ella como en aquellas fechas. Estaba ausente del resto.

Se negaba a aceptar que el mundo era una mierda, y que la raza de humanos a la que lamentablemente pertenecía, tenía la capacidad de hacer también sus sentimientos mierda.

En cambio ella era todo belleza. Todo lo que sentía era hermoso, todo lo que veía era hermoso y hermosa era la manera en la que había logrado sublimar hasta el más profundo sufrimiento. Solo tenía que mirar al cielo… y cuando éste conspiraba para dar forma a sus recuerdos con nubes caprichosas, volver a sus libros. No tenía por qué andar pensando en la miseria humana ni en las mil formas de resolverla.  

Y no es que sus libros narraran cuentos de hadas. A veces contenían historias tan cruentas como su propia vida, pero al fin y al cabo nada era cierto; tal vez su vida tampoco. Tal vez todo era un sueño.

¿Qué más daba lo que fuera? Pasara lo que pasara podía pensar lo que quiera. Al fin y al cabo lo único que permanecía a su lado era ella… y el cielo.

El cielo nunca se iba a ninguna parte así que podía mirarlo hasta entenderlo.     

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