jueves, 23 de septiembre de 2010

Desfiles, mañosos y discotecas



Ayer me arrastraron a una discoteca horrible llamada Spa. Había tenido un día tenso, con mi hermano adolescente emberrinchado y desaparecido y la ausencia de certezas aún presente. No quería salir. Bueno, yo nunca quiero salir, y menos con frío. Es cierto que tenía ganas de bailar, eso me gusta, pero creo que responde más a un instinto tribal que a la búsqueda de macho alfa en una discoteca. Detesto ese tipo de sitios, detesto el ritual que representan. Odio tener que arreglarme y sentirme incómoda porque me ponga lo que me ponga, (sin contar que no tengo mucho que ponerme) jamás estaré a la altura de lo que la sociedad espera de una chica en noche de fiesta.

No me gusta estar expuesta. No me gusta llegar a la espera de un grupo de hombres con billeteras prominentes, dispuestos a entrar en concurso por quien puede brindar los mejores tragos y hacerse acreedor a nuestra flamante compañía.

Y no importa que con los años haya logrado simplemente ser la comodín, aquella a la que sus amigas llevan a pesar de su cara de asada porque quieren alguien que las cuide, o porque a riesgo de que termine ebria y le aviente el trago en la cara a alguno de sus galanes, es divertido sacarla de vez en cuando para “que se airee”, para “que se desahueve”, para “ver si conoce a alguien”… Nada de eso importa, igual me siento incómoda. Por supuesto tampoco tengo dinero para comprarles el trago y solucionar el problema de los gallinazos… y si lo tuviera, no pensaría en hacerlo. Cuando decido gastar en Baco prefiero hacerlo en una esquina, con gente de verdad, hablando cosas de verdad y borracha de verdad, o en mi casa, en las mismas condiciones. Las discotecas simplemente no me gustan.

Recuerdo haberme divertido mucho yendo con mis primos y primas o en grupos grandes de amigos cercanos para cumpleaños. Ahí se va a bailar, el trago es algo que sale entre todos y puedo disfrutar de moverme sin cuidar a nadie ni espantarme yo las moscas. Pero en el plan de ayer, no más. Ya lo conozco, no trae buenos resultados. En el mejor de los casos a la hora o dos estoy rogando por irnos, y no dejo de insistir por al menos dos horas más. Simplemente no entiendo que demonios hacemos paradas al costado de una mesa con gente que no conocemos, esperando que nos pasen un vaso de alcohol de rato en rato, bailando entre nosotras, mal y poco, o paradas mirando la pista de baile como quien en palabras de antaño se quedó a planchar vestido.

El caso es que ayer tuve que pasar por éste desagradable trance otra vez. Dije que no, estaba en pijama y tenía frío. Además como ya dije, mi hermano menor estaba no habido en el otro lado del mundo y yo estaba angustiada. Lo máximo que estaba dispuesta a hacer era salir a correr con mi mejor amigo y con nuestra perra que iban a pasar por mí para animarme. Pero a mi linda mejor amiga no se le podía ocurrir mejor idea que escurrirse mientras yo cenaba a una cabina de internet, y meterse con la cuenta de otra amiga al Facebook de su ex, ver que el papanatas está saliendo con la misma zorra intrigosa que se hacía la amiga y luego lo llamaba para rajarle de ella, y por supuesto, ponerse más que histérica.

El sentido de posesión y la testosterona se le subieron a la cabeza. Los quería matar a los dos, uno por uno, arrancarles las uñas, pasarles toques eléctricos en los genitales, y toda clase se sadismos. Convencidísima además de que estaba en sus cabales y en su derecho

—¿Qué se cree para salir con otra? —Gritaba­— y con esa…¡¡¡YO VOY A SER LA ULTIMA MUJER CON LA QUE VA A ESTAR!!!!!! ¡”·%%R&&(/$·$·&())/%·$·()($·%%

A mi la verdad todos sus argumentos me parecían ridículos, demasiada importancia a un solo huevón. “Demasiado color causa” diría un brother… Ok, ok, yo sé que soy el burro hablando de orejas…Vivo agregándoles hojas al mismo cuento huachafo desde que tengo 12 años. Pero lo mío es un discurso un poco más místico (y estúpido), y que siga escribiendo esa historia no quiere decir que no haga capítulos paralelos y que no sepa que él los hace también. Conozco de vista y de historia a cada una de las mujeres con las que ha estado desde que me habló por primera vez (estaba con una y se con quien está ahora) y jamás le he querido arrancar la cabeza a ninguna y menos cercenarlo a él. Lo dejo ser. Si realmente es tan especial y tan verdadero lo nuestro ya regresará como siempre, y si no… ya me lo inventaré con alguien más.

Pero en fin, la cosa es que mi loca amiga no piensa igual, o mas bien a veces no piensa. Sus impulsos la llevan a hacer cojudez y media, y ayer estaba dispuesta a dejarse fluir. Llamó a una amiga suya, más mocosa, más producida, más alocada y decidieron ir a esta discoteca.

—vamos, Vamos, ¡VAMOS! ­—escuché durante casi una hora hasta que me comenzó a palpitar el ojo.

Puse todas las excusas, el frio, la ropa, mi carácter. Pero había un factor que no lograba eludir: la mirada de desesperación del hermano de mi amiga que también es mi vecino.

—Anda por favor, anda con ellas. Se va a emborrachar, mira como está. Anda.

¡Maldito dilema ético!

—Sobre tus hombros pesará —es lo único que pensaba, y tuve que ir a vestirme.

Finalmente nadie se emborrachó. Bueno, la amiga acompañante, que además fue la que puso la plata, se quedó no se por qué, vivimos toda la situación incómoda arriba descrita y para colmo me tocó ver un desfile de lencería que me recordó el argumento de mi mejor amigo cuando trataba de explicarle que así me ponga una malla y un escote no lo hacía para que me vieran el culo o las tetas, o por lo menos no para que la manera de mirarme sea agresiva ni invasiva.

—Pero es que la misma sociedad que te impone a ti ponerte la minifalda nos impone a nosotros estar todo el tiempo arrechos.

Y es verdad ¿De que me sirve a mi quejarme y comenzar una campaña de difusión que le lleve a los hombres el mensaje de que gritarme “Mamiita” por la calle y quedarse mirándome con cara de enfermos no me es agradable, no levanta mi autoestima, no me hace verlos con agrado, ni me hace feliz; si toda la sociedad avala el consumo de la mujer como un pedazo de carne. Si hacen desfiles de lencería donde azuzan y premian al más pajero, al que tome más fotos, al que a ojo de buen cubero diga cual es la colita más rica. Si en los paneles de cerveza ponen a tres galifardos con la boca en pose de silbido y los ojos libidinosos diciendo: “CUERPAZO COMO NOS GUSTA” y le enseñan a cada muchacho que ese aberrante comportamiento es el “chévere” y el adecuado.

Por dios, ¡Cambien de publicistas! Hasta los animales son más sofisticados que nosotros para iniciar rituales de apareamiento.

Y a las chicas que como a mi nos molesta esto… ¡levántense! ¡quéjense! Comiencen por sus amigos, papá, tíos, primos hermanos… Hagamos una intensiva campaña para que sepan que es acoso, que hay leyes, que no tienen derecho a humillarnos y por favor ¡DEJEN DE HUMILLARSE USTEDES!


4 comentarios:

  1. los hombres son mucho mas aburridos aqui. deberias venir a estados unidos! :)

    deb

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  2. Me pregunto:¿Cuál es el objetivo de hacer un defile de Lencería en una discoteca?? y la respuesta es obvia: no es vender la Lencería, es captar público masculino con sus prominentes billeteras para que se deleiten con los cuerpos de las modelos y con esto llegamos a la misma conclusión: "LA SOCIEDAD AVALA EL CONSUMO DE LA MUJER COMO UN PEDAZO DE CARNE" y esto seguirá así mientras las mujeres no digamos ¡BASTA! y dejemos de humillarnos y dejemos que nos sigan viendo como objetos que pueden utilizar para vender sus productos a esta enorme sociedad de consumo!!!

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  3. los animales son más bacanes que nosotros y esperemos que la tía susy haga campañas para concientizar a los niños y adolescentes, sobre todo, sobre los movis publicitarias y todas esas cosas. beso, docta.

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